mércores, 7 de setembro de 2011

FELIPOP 2011. UNA HISTORIA VERDADERA


No, no nos referimos a la entrañable película de David Lynch (aquella que se entendía), sino al Felipop, un pequeño festival que como la aldea de Astérix sobrevive en un calendario de festivales a cada cual más multitudinario y con menos encanto.

En qué festival te reciben a golpe de mejillones, Se puede pasar comida donde quieras y los precios son populares?.Y los grupos? Pues que nadie se espere a los Vetusta Morla o los Love of Lesbian de turno; la media de edad se dispara por momentos y la autenticidad es la nota predominante. Servidor llegó el viernes día 12 de agosto, a tiempo de ubicar su tienda en un campo de fútbol en perfecto estado de revista y en el que no había problemas de espacio; las multitudes y Limodre no se llevan demasiado bien… La zona de los conciertos (el pabellón municipal) se encuentra a menos de medio kilómetro de la zona de acampada. Después de las primeras cervezas me acerqué a la Hortiña donde entre mejillón y mejillón uno se va adentrando en la filosofía del festival, acompañado por la buena música.
 
Los primeros en tocar fueron los bilbaínos, Santi Delgado y los Runaway Lovers; su homenaje explícito a la banda de Jonathan Richman va más allá del nombre. Coros constantes, mismo atuendo de camisetas a franjas rojas y negras. Como bien cantaban “Ya tengo un flequillo para ser feliz”; y eso transmiten en su directo, una felicidad y sencillez cautivadora, donde se suceden las letras de temática amorosa, sin caer en la sensiblería. Caldearon el ambiente con no demasiado público, pero provocaron los primeros bailoteos a golpe de “yeahs”.
 
Continuaron, Nistal, o lo que es lo mismo el último proyecto del asturiano Ricardo Nistal, ya con una banda estable, y asentados en Madrid. Pop elegante, cuidado; letras nostálgicas y sin la repercusión que deberían de tener. En una palabra: Elegancia. Cerca de casa competían los coruñeses Combo Dinamo; el ambiente ya estaba más caldeado; y su directo enérgico hizo que la gente se fuese situando en primera fila. Para cerrar la primera noche los argentinos Super Ratones, sonaron más a los Teenage Fanclub que nunca, siendo ya unos clásicos del festival, donde se encuentran como en casa. Alargaron su actuación hasta que el público no pudo más. Al terminar los conciertos nos acercamos a la Hortiña; en una carpa se pinchó música hasta el amanecer en un ambiente más que agradable.
 
La resaca del sábado se minoró a golpe de bollitos a los que la organización nos invitó en la sesión vermouth y algún que otro café. Para comer y la sobremesa una de las mejores opciones es acercarse a las playas que se encuentran cerca del recinto. Como nota negativa decir que me perdí los pinchos de queso que se ofrecieron en la sesión vespertina de la Hortiña.
 
El sábado los primeros en actuar fueron los pontevedreses Flip Corale y los Macabros. Rock de vieja guardia; espuelas y chupas de cuero, que animaron al público (en mayor número que el día anterior), y que sirvieron de introducción al que fue, para mí, el mejor concierto del festival; unos Zombie Valentines, que deslumbraron con su rock garagero; un frontman carismático y unos músicos de primera. Como dicen en “segunda piel” es evidente que “se merecen un cacho del pastel”. Los madrileños convencieron y triunfaron por todo lo alto.

Muy cerca de los anteriores estuvieron el inagotable Micky con la banda de su nuevo proyecto, Los Colosos del Ritmo. Más joven que nunca, se ha sabido rodear de unos músicos de primera y se ha reiventado en un proyecto que como bien él dice no le hará rico, pero lo pone en un lugar más que destacado dentro de la Historia de la música de nuestro país. Versión del “Gloria” españolizada; no se le veía muy “harto” en Limodre. Cada gota de sudor servía como ejemplo de una entrega y fuerza en el escenario envidiables.
 
Terminaron los andaluces Los Hermanos Dalton, lejos ya de sus años más gloriosos; que hicieron un digno repaso por toda su discografía. Lejos quedan los tiempos en que eran habituales en Radio 3, pero demostraron que su directo sigue siendo infalible.Después, como colofón, más Hortiña hasta que los pies dijeron basta.

En resumen; dos días de buena música, mejor compañía, en un escenario idílico y lejos de las aglomeraciones de groupies. En Limodre no hay estrellas, hay buenos músicos; que conforman una gran familia, a la que estoy orgulloso de haber pertenecido aunque fuese solamente por dos días. Ha sido mi primer Felipop, pero os aseguro que no será el último. Enhorabuena!. FACELA


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